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Luz Valdés y el Voluntariado en Familia


"La parte hermosa del voluntariado es que te das al otro, en sinceridad y gratitud. Porque no es solo que tu des, ya que se te regresan miles de experiencias y aprendizajes. Y, sobre todo, te enseña el valor de que nunca es tarde para ayudar, siempre es buen momento, no tiene que ser una fiesta especial. Es más bonito cuando en la cotidianeidad de tu hogar dices: hoy me voy a dar al otro"


Luz Valdés es una mujer de familia y una voluntaria ejemplar. Junto con su esposo y sus dos hijas, ha llevado a cabo durante varios años distintas labores de voluntariado para contribuir con diversos sectores vulnerables. Ella es una cuidadora primaria de su hija con discapacidad, por lo que se ha dedicado a apoyar a otras familias por medio del ejemplo y con la creación de su propio club dedicado a apoyar a jóvenes con la misma condición y con sus familias, así mismo, en colaboración con otras personas y organizaciones amigas para llevar en conjunto distintas acciones solidarias en el ámbito deportivo, cultural y de recreación.


“Club Jei aporta a nuestros chicos enormes beneficios, desde que llegan a este espacio libre y amigable, ellos saben que lo merecen y que van a poder desarrollar habilidades y capacidades nuevas, que ayudarán a su desarrollo integral, que van a convivir con otros chicos que viven situaciones similares y que, al final del día, van a salir sintiéndose incluidos en esta sociedad que necesita aprender junto con nosotros la importancia de valorar la vida y compartir tiempo valioso en familia”. Así comentó Luz Valdés en el panel del Senado de la República en el Día Internacional de las Personas con Discapacidad.


Ella nos contó cómo fue que comenzó este proyecto: “Inicié mi club de voluntariado por dos situaciones muy complejas: por un lado, nosotros como familia siempre habíamos hecho voluntariado por nuestra parte, sin ser una institución formal. Pero, en un punto, una de mis hijas iba a tener una competencia y resulta que ya no tenía escuela a quién representar porque había cerrado. Entonces, una organización de competencias para personas con discapacidad me dice: 'si tú quieres acceder debes tener un club o inscribirte a un club oficial'. Por lo que decidimos formar uno nada más mi hija y yo".


Y así, poco a poco, se fueron uniendo más personas. Esa era una parte del club, donde nos enfocamos en apoyar a jóvenes con discapacidad en el área deportiva. A la par, mi otra hija quería hacer voluntariado y unimos ambas partes para construir un club de familias para familias que atendieran a personas en situación de vulnerabilidad de forma independiente.


“Pasado el tiempo, llegamos a un punto en donde había tanta confianza con los amigos y familias que se acercaron, que me vi en la necesidad de buscar opciones porque tenía a muchas personas que querían hacer voluntariado, pero no sabían en dónde. Así fue que empecé a formar alianzas amistosas con organizaciones, incluyendo a AMEVOL. Una de las experiencias más bonitas que tuvimos con AMEVOL fue una posada que hicimos en el Instituto Nacional de Cancerología, donde mi club y otras organizaciones convocamos a más voluntarios y organizamos una batucada padrísima, todos los pacientes bailaban, hubo comida, fiesta; fue un reventón", comentó Luz.


"A partir de ahí, empezamos a tener vínculos muy interesantes, y me terminé convirtiendo en un puente para guiar a las personas a distintas causas y organizaciones. En este paso de acciones voluntarias diversas, descubrí que, dado que varias organizaciones necesitan cumplir con ciertos protocolos de ejecución, muchas personas se me acercaban a mí para decirme que no encajaron en una institución específica o que no podían dedicar la cantidad de horas que ellos pedían. Sin embargo, no querían perder el interés, que para mí eso era lo más importante. Entonces, empiezo a incluir en mi club a personas que por alguna razón no encajaban en un sistema tan riguroso y, se pone padre, porque me decían: 'no tengo tiempo, pero tengo dinero, o no tengo dinero y tengo tiempo, o no tengo ni tiempo ni dinero, pero tengo el interés de contribuir con algo'".

"Así, empecé a coordinar voluntarios que podían hacer distintas cosas dependiendo de sus necesidades, su tiempo y su interés. En el 10º aniversario del club, decidí que era el momento perfecto para autopublicar mi libro: Desde mis Luces y mis Sombras. Este libro fue escrito en un momento complicado de mi vida y ahí se quedó por varios años, sin embargo, mi gran sueño era publicarlo algún día". Y así fue, Luz Valdés narra en su obra su experiencia como cuidadora primaria. “De alguna manera, la vida y condición de mi hija me dieron el gran regalo de ser ejemplo, fui fuente de inspiración y acompañamiento como cuidadora primaria en la familia y ser contribución para otras familias del sector de discapacidad y voluntariado, reiteró.

Así, Luz Valdés nos demuestra a través de la historia de su vida y su labor como puente entre las familias, las organizaciones sociales y las personas más vulnerables que el voluntariado no es sólo una acción exclusiva o que requiere necesariamente de ciertos protocolos, sino que también es una causa que se puede lograr en el día a día. “He visto que la gente entiende por voluntariado ir a los grandes eventos, a las carreras, al maratón, hospitales, casas hogar, etc. y eso está muy bien, pero creo que en mi caso y como tema de familia, ha sido igual de contributivo hacerlo uno a uno. Yo me siento muy orgullosa por eso. Creo que las relaciones que he creado a lo largo de los años me han dado la razón de que el voluntariado, si bien si es para todos, no es para todos en todas las circunstancias. Cada uno va a dar lo que tiene de la forma que puede. Yo por eso fui muy rebelde, no quise estar en un parámetro muy restringido", dijo Luz.


"En una ocasión, con una familia muy sencilla que yo tenía del club, pedí una colecta de leche para un albergue y yo pensé que ellos no podían participar porque era más lo que necesitaban. Y fíjate qué gran lección me dieron, yo pedí leche en polvo y ellos llegaron con una bolsita de super con tres sobres de leche en polvo. Y yo dije wow, esto se llama querer contribuir y servir al otro desde lo que tienes y puedes dar. A lo mejor no llegaron con el bote enorme, pero cada quién da lo que puede. Y como esas historias, puedo contar miles más”, agregó.

“La parte hermosa del voluntariado es que te das al otro, en sinceridad y gratitud. Porque no es solo que tu des, ya que se te regresan miles de experiencias y aprendizajes. Y, sobre todo, te enseña el valor de que nunca es tarde para ayudar, siempre es buen momento, no tiene que ser una fiesta especial. Es más bonito cuando en la cotidianeidad de tu hogar dices: hoy me voy a dar al otro”.

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